Lejos de conformarse, los enamorados siguieron adelante con sus planes y cambiaron el planteamiento de la ceremonia. No irían a la iglesia, al ayuntamiento ni al banquete, ellos irían hasta su casa. Y nunca mejor dicho.
Un claro ejemplo de que la cuarentena no puede con el amor. Hubo beso, hubo baile ¡y hasta champán! La casamentera, en otras palabras, la oficial de la boda, se mantuvo a varios metros de los novios leyendo lo requerido en estos casos y convirtiéndoles en marido y mujer.
¿Y se vistieron de novios? Por supuesto, la novia no defraudó y lució su largo vestido blanco, con velo y cola, como debe de ser. El marido se puso sus mejores galas, un precioso traje de chaqueta con el que dio la talla. No era la boda que hubiesen soñado pero desde luego romántica y original lo ha sido, y barata también.
¡Qué vivan los novios!